El nacimiento de la bicicleta moderna, en 1884, se le debe oficialmente al británico John Kemp Starley. Su diseño fue el resultado de una cadena de sucesos que se remonta a 1493, al Código Atlántico de Leonardo da Vinci en el que el Genio de Milán dibujó una máquina semejante. Fue hasta 1790 cuando apareció el celerífero del Conde de Sivrac y después, en 1816, la draisina del Baron von Drais. En 1871, James Starley logró darle mayor estabilidad a las ruedas con el Sistema Tangencial -los rayos de la rueda en tensión hacia cuatro direcciones diferentes- aún vigente en los rines de hoy. Pero los fabricantes de las famosas high wheelers, con su enorme rueda delantera, ocupaban su ingenio en diseñar un velocípedo más cómodo y seguro.
Entonces apareció la safety cycle, con la novedad de que la gran rueda era más pequeña. En 1879, el ingeniero inglés Henry J. Lawson presentó la bicyclette y en 1885, John Kemp Starley (sobrino de James) lanzó un modelo con las ruedas de diámetro similar y transmisión de cadena, sprocket, palancas y pedales. La otra gran aportación de Starley fue el diamond frame –atribuído también a Thomas Humber-, el cuadro en forma de diamante que usamos hoy. El inventor patentó su modelo como la bici Rover.
Pero la contaminación va ganando la carrera. Son 1400 ciudades las que promueven el uso de la bicicleta y otros transportes sin motor cada 22 de septiembre, por su puesto, el D.F. se incluye en ellas.
*Publicado en Bike a Fondo #11
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