Saturday, December 3, 2011

Sin dolor


El cuerpo humano es una máquina maravillosa. Lo escuchamos a diario, sí, pero te das cuenta de ello cuando te toca ponerlo a prueba. Bajando por un camino llamado Tumbas que atraviesa un bosque cercano al Desierto de los Leones, en un desnivel del single track la bicicleta se resbaló y se clavó en el lodo. En menos de un parpadeo estaba dando la vuelta en el aire y azotando contra la tierra con la bicicleta atorada entre las piernas. Iba solo y hacía un frío cabrón. Me reacomodé lentamente escaneando el cuerpo en busca de lesiones o fracturas. Todo parecía estar en su lugar a pesar de los varios dolores. Me incorporé y levanté la bicicleta para revisarla, entonces me percaté de este golpe por la cantidad de sangre que salía. Aún me faltaba como una hora de regreso y traté de moverme rápido antes de que empezara a dolerme. Durante el regreso el golpe, que en realidad eran dos, se hinchó como pelotas de golf y la sangre salía como efecto especial de película gore. Entonces me concentré en el efecto cerebral de las endorfinas, esas tres reinas conocidas como adrenalina, dopamina y serotonina. Comprobé que mi sistema neurotransmisor trabaja al 100. Al acercarme al área del Convento iba encontrando a ciclistas y caminantes que miraban mi pierna horrorizados, pero yo no sentía más que un leve dolor. Dos horas después tuve tiempo de llegar a casa, darme un baño, curarme y tomar varias pastas para el dolor. Así es la vida, como un rol en bicicleta. Lo curioso es que una semana después me duele. Mañana me voy a dar un rol a la montaña, otra dosis de endorfinas, eso me lo va a quitar.