Como ando bruja, rescaté dos rines usados Araya que tenía guardados (siempre guardo y reutilizo todo) y me fui directo al taller La Fe, donde Noé y su papá hicieron un buen trabajo. Uno de los Araya de plano estaba muy jodido (el trasero) y le tuvieron que meter uno nuevo. Pero la cosa no paró ahí. Como el desgaste de los mecanismos y las piezas de la rila es general, al cambiar el rin y meterle uno ajeno, también tuvieron que cambiarle la rueda libre y el caset, un Shimano más pequeño y accesible a mis posibilidades.
Total, que la Kona quedó medio hechiza entre piezas originales, otras recicladas y las nuevas adaptadas. El domingo pasado me lancé a dar un rol para probarla en el Desierto de los Leones. Y sí, la bici quedó bien, pero ya no era la misma. Le cambiaron el alma. Pesada y lenta para subir. Algo muy parecido a lo que sucede cuando el disco duro de la Mac se te jode y lo tienes que cambiar. Funciona, prende y todo, pero no es la misma Mac; queda lenta, limitada, despersonalizada, vacía, desconocida…
Para rematar, estando arriba en las piedras de Muñecos, me encontré a unos compas de la bici. Estuvimos platicando un momento y me percaté de sus rilas: pura fibra de carbón y doble suspensión. Entonces, lo que nunca me había pasado ni con mis amigos que andan muy bien montados, me sentí como el niño con los zapatos rotos en la escuela. Nunca había experimentado esa sensación, que no es envidia, sino una extraña mezcla de tristeza, frustración e impotencia. Bajamos por Venados, un retorno largo y rudo, y de nuevo sentí que la Kona era una carcachita. Lo nuevo hizo más evidente lo viejo. Tiene cinco años de uso extra intenso y no sé cuántos kilómetros, caminos, montañas, terrenos y climas le he metido. Tampoco tengo una sola queja, al contrario, la Kona es una chingona con esa suspensión Bomber bien cabrona. Pero la veía y la sentía vieja, lista para la jubilación.
Corto de dinero, tendré que ahorrar para hacerme de una nueva. Mientras tanto, ya estoy reconvirtiendo una Specialized Hard Rock que uso en el bosque de asfalto. Cualquier cosa menos dejar de rodar. Después de tres años, el próximo fin de semana le daremos su estrenón en la montaña. La Kona, mi fiel montura Blast, ya está lista con sus llantas slick para rodar por la ciudad.
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