Andar en bicicleta es leer al mundo de otra forma, una lectura en movimiento que permite percibirlo con todos los sentidos. Para Hemingway era la mejor manera de conocer un territorio. Por ello no es extraño que este vehículo fantástico pase por las páginas de la literatura, entre la imaginación y los caminos de tinta.
¿Existe alguna relación entre las bicicletas y las letras? ¿Alguna semejanza entre el acto de montar una bici con el de escribir? Como decir, por ejemplo, que el horizonte es una página en blanco y el ciclista la escribe al pedalear. Ambos, el ciclista y el escritor, deciden hacia dónde ir y el camino para llegar. Al pedalear como al escribir, es recomendable tener primero una meta, un destino, el gran final. Entonces estaríamos, diría García Márquez, en los terrenos del Ciclismo Mágico, la literatura del equilibro:
William Saroyan, autor de El tenor silencioso, se refirió a la bicicleta como “el invento más noble de la humanidad”. En un artículo escrito para la revista Scientific American, Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes, recomendaba montar una bici para recuperar los ánimos, despejar la mente y recobrar la lucidez.
En la mayoría de las novelas que citaremos aquí, un par de ellas escritas por Premios Nobel, los autores coinciden en utilizar la bici como un vehículo libertario y en algunos casos el ingenioso transporte es el objeto central de la historia:
WELLES

“Después de tu primer día pedaleando, un sueño es inevitable. Una memoria de movimiento permanece en los músculos de las piernas y parecen moverse en círculos una y otra vez. Tú pedaleas por La Tierra de los Sueños en maravillosas bicis que cambian y crecen”.
BECKETT

“Querida bicicleta, no debo llamarte bici, eras verde, como tantas de tu generación, no sé por qué. Es un placer encontrarte de nuevo. Describirte en toda tu extensión es un placer. Tenías una pequeña corneta roja en lugar de la campanilla de moda en tus días. Tocar esa corneta era para mí un real placer, casi un vicio”.
MILLER

“Si necesitaba reparación, siempre la llevaba al mismo taller en la Avenida Myrtle, donde atendía un negro llamado Ed Perry. Trataba mi bicicleta con guantes y siempre revisaba que las dos ruedas estuvieran alineadas. Con frecuencia me hacía composturas sin cobrarme, porque, como decía, nunca había conocido a un hombre tan enamorado de su bicicleta como yo”.
AMOS OZ

“Era una Raleigh de segunda mano; no le faltaba un solo accesorio: tenía timbre, un faro, una parrilla y también un reflector en la rueda de atrás; sólo le faltaba la barra que une el sillín con el manubrio… Loco de orgullo y de alegría galopé en mi bicicleta hacia mi escondrijo tras de la casa. Y allí, en donde nadie podía verme, besé el manubrio, y luego me besé el dorso de las manos una y otra vez, y en un susurro tan alto que parecía un grito, exclamé: Bendito sea Dios Todopoderoso”.
HEMINGWAY

“Algún día lograré meter en unas páginas la pista de madera y sus empinados virajes, y el zumbido de los tubulares cuando pasaban los ciclistas, y el esfuerzo y las tácticas y los corredores desviándose arriba o abajo en la pista, convertidos en una parte de sus máquinas… con sus cascos ligeros que se pegaban a los manubrios, sus piernas que hacían girar a gran velocidad los pedales y las ruedas…”.
J.D. SALINGER

“De pronto empecé a hablar con Allie en voz alta. Es una cosa que suelo hacer cuando me encuentro muy deprimido. Le digo que vaya a casa a recoger su bicicleta y que me espere delante del jardín de Bobby Fallon. Una vez, Bobby y yo íbamos a ir al Lago Sedebego en bicicleta. Allie nos oyó y quiso venir con nosotros, pero yo le dije que era muy pequeño. Así que ahora, cuando me siento muy deprimido, le digo: “Bueno, anda. Ve a recoger la bici y espérame delante de la casa de Bobby. Date prisa”. Casi siempre nos acompañaba. Pero aquél día no le dejé. Él no se enfadó –nunca se enfadaba por nada-, pero siempre me viene ese recuerdo a la memoria cuando me da la depresión”.
GARCÍA MÁRQUEZ

“Cuando fui a comprar la mejor bicicleta para ella no pude resistir la tentación de probarla y di algunas vueltas casuales en la rampa del almacén. Al vendedor que me preguntó la edad le contesté con la coquetería de la vejez: Voy a cumplir noventa y uno. El empleado dijo justo lo que yo quería: Pues representa veinte menos. Yo mismo no entendía cómo conservaba la práctica del colegio, y me sentí colmado por un gozo radiante… Esa semana, en homenaje a diciembre, escribí otra nota atrevida: Cómo ser feliz en bicicleta a los noventa años”.
BARES

“Ámsterdam debería significar lugar de las bicicletas. O lugar de las perversiones. Basta pensar en las hermosas holandesas que se frotan con el asiento a cada pedaleo, vistiendo frecuentemente entalladas minifaldas elásticas que dejan a la vista el impacto de su intimidad. Pienso también en los tipos sin otra ocupación que esperarlas pasar, apostados en sitios estratégicos, en especial durante el verano cuando las nenas se despojan de los mallones que las protegen del invierno inclemente y obsequian a los mirones un trocito de tela azul cielo o rosa pastel”.
FERNÁNDEZ CHRISTILEB

“Una bicicleta es sobre todo un viaje a Ítaca (“llegar allí es tu meta/pero no apresures el viaje”): es el mejor mirador para ver sucederse a la inopinada, implaneadamente, en calles, callecitas, parques, banquetas, rutas inéditas, como un Marco Polo de la cotidianeidad; para detenerse donde la curiosidad lo haga menester en un mercado, una fachada, una miscelánea, un aparador. Andar en bicicleta se vuelve paseo; es que sobre una bicicleta es imposible tener prisa, o al menos no tiene caso porque la prisa no la acelera; se haya hecho tarde o no, su tripulante tiene que seguir paseando hasta que llegue a su destino. Es el tiempo libre a destiempo… Con la ciudad las bicicletas respetan el ruido de las voces, el aire de los pájaros, el espacio de las reuniones, el tiempo de la distracción, el lugar de los ciudadanos…”.
Así es, al pedalear como al leer el tiempo transcurre de manera distinta. Podríamos seguir por la ruta de la literatura, haciendo paradas en las obras donde encontramos a la bicicleta, pero el tiempo real se termina y el camino es largo, para recorrerlo se necesita un buen par de ojos como dos ruedas.
Texto presentado en el Museo de la Ciudad de Guadalajara, durante el 2o. Congreso Nacional de Ciclismo Urbano.
2 comments:
Que buen blog. Conocen el Vietato Introdurre Biciclette, es de Julio Cortázar. es otra mirada acerca de este noble medio de transporte
Fantástico
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