por: Mauricio Bares
Vivimos tan aprisa que nadie imagina que existen relaciones entre un avión y una bicicleta. Percibimos ambos objetos como dos cosas tan distintas, que ni siquiera nos parecen miembros de una misma familia. A casi nadie se le ocurre ver que comparten el mismo árbol genealógico, pues eso sería como imaginar que el ser humano aún pudiera encontrarse habitando el mismo mundo con alguien que fue su antepasado. Sin embargo, tal es el caso. Los aviones no sólo están relacionados con la bicicleta, sino que su invención dependió de que ella existiera primero.
El gran Leonardo da Vinci, inventor del ala delta, principio basado en las alas de las aves. En el Código Atlántico se encontraron sus dibujos de una bicicleta.
Creo que esta disociación se debe a que la bicicleta se ha convertido desde hace varias generaciones en un objeto común, mientras que el avión aún conserva un aura de novedad proveniente de nuestra fascinación por la velocidad y por el eterno anhelo de volar. Sin embargo, al leer Las bicicletas y sus dueños, un bello y entrañable libro escrito por Rogelio Garza y cuya propuesta gráfica dependió de Maru Sandoval, me queda claro que un invento tan cotidiano como la bicicleta aún puede maravillarnos tanto como un avión. Más aún, que sin una no existiría el otro.
El estudio de las alas de las aves y el dibujo de la bicicleta de Leonardo.
El libro no se conforma con apuntalarnos la historia de la bicicleta, incluso desde los primeros prototipos del gran Da Vinci, sino que va tan lejos como para hablarnos de la invención de la rueda, porque indudablemente a partir de entonces se nos facilitó la vida y comenzó la historia del transporte, desde los carros de fuego hasta las sondas espaciales.
Tras años, décadas y hasta siglos de desarrollo, por los que se crearon los prototipos más bizarros, la bicicleta alcanzó un grado de perfeccionamiento que la mantiene prácticamente intacta e insuperable. Los diseños y materiales usados en competencias resultan cambios cosméticos que nunca terminan por alterar la forma básica que todos conocemos.
En este sentido, ambos aparatos interactúan más de lo que podemos imaginar. Materiales probados en la aeronáutica, como el titanio, el boro o la fibra de carbono, han probado su efectividad en la fabricación de bicicletas. Y éstas, por su parte, son utilizadas en experimentos concernientes a la velocidad de la luz y a la Teoría de la Relatividad.
Einstein pensó en la Teoría de la Relatividad mientras pedaleaba. En bicicleta el tiempo, la velocidad y la distancia son relativos. Ilustración de Maru Sandoval para el libro Las Bicicletas y sus Dueños.
Pero Las bicicletas y sus dueños es mucho más que la narración histórica de un invento y de su permanencia en nuestras vidas, pues se vuelve disfrutable con base en su importancia vivencial. Es decir, con base en narrarnos amenamente cómo fue que la bicicleta endulzó la vida de personajes destacados que ahora entrañamos u odiamos, científicos, deportistas, políticos, artistas, escritores: Albert Einstein, John F. Kennedy, Lance Armstrong, George W. Bush, Madonna, John Lennon, Albert Hoffman, Henry Miller, Carl Sagan, Ernest Hemingway, Juan Pablo II, entre otros. Y más aún, en la manera en que la bicicleta formó parte de sucesos importantísimos para esas personalidades. Ni más ni menos, fue sobre una bicicleta que Einstein ideó y desarrolló su Teoría de la Relatividad, que revolucionó precisamente nuestras nociones de tiempo y espacio, las cuales, por cierto, son el fundamento de cualquier paseo en bici o de un viaje en avión.
Carl Sagan veía bicicletas cuando miraba las constelaciones. Ilustración de Maru Sandoval para el libro Las Bicicletas y sus Dueños.
Obviamente, las coincidencias entre los paseos en aviones y bicicletas no se detienen allí. Si la bicicleta infantil nos permitía regodearnos con el territorio cercano al hogar, también es cierto que nos seducía con la promesa de llevarnos más allá de los límites que nos trazaban nuestros padres: nos prometía la intoxicante emoción de traspasar fronteras, una emoción que ahora sólo podemos obtener mediante el glamoroso uso de los aeropuertos, mediante el cruce de aduanas desconocidas y el desembarco en nuevos mundos.
Albert Hofmann probó por prinera vez los efectos del LSD en una bicicleta. Ilustración de Maru Sandoval para el libro Las Bicicletas y sus Dueños.
Habiendo disfrutado de varias bicicletas en diferentes épocas y países, de vivir en Holanda que es el lugar donde la bicicleta es un símbolo vital (y donde existe el verbo fietsen derivado de fiets –bici– que sería como ciclear, pedalear), y de visitar Cuba, me queda claro que este libro fue escrito como el paseo en una bici: no tan lento como para agotarnos en el detalle de unas cuantas cosas (como sucede con una caminata), ni tan veloz como para impedir el goce del paisaje tal como acontece con un coche. A fin de cuentas, como nos lo hace notar este libro, el combustible de una bicicleta sólo lo constituye la fuerza humana, la fuerza del propio ciclista: un par de huevos, un jugo y un café. En esta línea, sabemos que, en el pasado europeo, un criterio para evaluar si un pueblo se convertía en una ciudad, consistía en que éste ya no fuera caminable de extremo a extremo. Y en Ámsterdam, siendo una de las ciudades más cosmopolitas del mundo, hasta hace poco se presumía que la ciudad era recorrible en bici de orilla a orilla.
Una Batavus en Amsterdam, la ciudad de las bicicletas. Ilustración de Maru Sandoval para el libro Las Bicicletas y sus Dueños.
Bueno, pues así va el libro. Recorriendo un montón de anécdotas, rescatando datos curiosos, y recogiendo hermosas frases surgidas del profundo amor que las celebridades seleccionadas le prodigan a ese objeto que todavía es capaz de ofrecernos sorpresas.
Al igual que los aviones, las bicicletas han sido útiles para el transporte, la comunicación, el esparcimiento, pero también lo han sido para la guerra y el espíritu competitivo. Es decir, su desarrollo ha dependido también de estos usos. Sin embargo, el primer capítulo del libro, dedicado a la asombrosa proeza del ciclista Lance Armstrong, quien sobreponiéndose a un diagnóstico de cáncer testicular, desarrollando nuevas y más veloces bicicletas, venciendo rumores de doping, ganó siete veces la prueba atlética más exigente que el mundo deportivo plantea para un ser humano. Tan es así, que esa prueba es el prototipo para estudiar el aprendizaje humano cuando es expuesto ante retos extremos.
Volar, el sueño del hombre. Foto: Rogelio Garza.
De la misma manera, sin importar que la bicicleta fuera un útil instrumento durante las dos Guerras Mundiales, el escritor estadounidense William Saroyan no dudó en considerarla el invento más noble de la humanidad. Y según Einstein, la vida es comparable a un paseo en bicicleta. Según él: para conservar el equilibrio es necesario mantener el movimiento. O como afirma Rogelio Garza, autor del libro y amante de las bicicletas: un ciclista flota, sus pies nunca tocan el suelo.
Igual que le sucede a un pasajero en un avión.
posthumano.blogspot.com
mauriciobares.blogspot.com
nitropress.blogspot.com
No comments:
Post a Comment